ECOS DE USUARIOS: “EL GRAN DESCUBRIMIENTO DEL ALBERGUE DE GRAÑÓN”, POR MAITE Y JOSEAN

Hopitaleros voluntarios en el Camino de Santiago

La actividad de los usuarios de APDEMA que ejercen como hospitaleros en el Camino de Santiago es frenética en la época estival.

Así, como nos informa Amalia Andrés, responsable de los grupos de autogestores, “Marian Murua acaba de volver del albergue de Nájera tras cumplir una quincena entera como hospitalera. Se da la circunstancia de que ella es la única usuaria que completa los quince días de compromiso que se exige a los hospitaleros. El resto de compromisos que asumen nuestros usuarios se realiza entre dos personas.”

Otro caso destacable es el albergue de Grañón que contará este verano con la colaboración de cinco usuarios de APDEMA. Si el pasado13 de junio os ofrecimos la crónica de Jesús Cardero sobre su experiencia, hoy compartimos los relatos de Maite Garlito y Josean Mendibil, tras su paso por el albergue de la localidad riojana.

El mes de julio nos ha tocado a Josean y a mí ser hospitaleros en el Albergue de Grañón. En junio sólo hubo un compañero (Jesús) y en agosto irán otros dos (Josean Baroja y Kontxi).

Yo era la primera vez que iba a este albergue y os tengo que decir que para mí ha sido un gran descubrimiento. Mis compañeros ya me lo habían dicho, pero hay que probarlo.

Las hospitaleras con las que me ha tocado han sido Lourdes y Serena y por supuesto he conocido a Jesús, el párroco, que es un encanto. Ha pasado mucha gente por el albergue porque celebraban el 20º Aniversario.

Tengo que decir que este albergue es una caja de sorpresas. Cada día es distinto: algún día hemos cenado todos en el jardín y cada día en la capilla se da gracias por el día.

Me ha tocado hacer muchas cenas: sopas y ensaladas. Las cenas son compartidas y eso es algo que no había hecho nunca.

Un año más he vuelto de hospitalero al albergue de Grañón. Fui del nueve al quince de julio y me han tocado las mismas hospitaleras que a Maite: una italiana que se llamaba Serena y otra de Tolosa, Lourdes.

Las dos eran majísimas: Lourdes era la que se encargaba de la cocina, Serena de los baños y yo de las colchonetas. Pasaba todos los días la vaporeta para matar los chinches.

La mañana empezaba a las seis. Se levantaban Serena y Lourdes. A mí me dijeron que me levantará a las siete y lo hice sólo tres días.

Este año hemos ido de menos a más peregrinos: de tener 20 a tener 56 y arriba no se podía cenar, teníamos que cenar en el jardín y eso supone mucho lío.

Lo hacíamos con la ayuda de los peregrinos. Antes de empezar Lourdes decía cuatro cosas y después bendecíamos la mesa cantando. Cenábamos y fregábamos en equipo. Después la oración en el coro.

Nos presentábamos y luego nos pasábamos la vela. Hablaba el que quería. Antes de ir yo, un peregrino cantó el Ave Maria de Schubert y otro una mejicana.

A mí me ha tocado cantar “Mientras recorres la vida” que a todos los peregrinos les gustaba mucho.

Uno de los días fue a visitarnos Ángel Urbina el presidente de los albergues y nos invitó a tomar algo a su casa. A raíz de ese día me levantaba también a las seis con mis compañeras Serena y Lourdes.

El desayuno era a las seis y media. Cuando se iban los peregrinos, nos daban un abrazo. Yo he descubierto la magia del albergue.

Todas las noches después de terminar todo salíamos a tomar algo. Yo he estado muy contento.

El viernes vinieron el relevo una chica eslovena y dos de levante. Después de cenar nos hicimos fotos los hospitaleros salientes con los entrantes y fuimos a tomar algo. Eso sí, antes tuvimos que preparar las colchonetas en el coro para dormir seis. Se nos hicieron las dos de la mañana y al día siguiente a las seis arriba.

Maite Garlito y Josean Mendibil

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