Rosamari Fernández y Pepe Salmerón

Cuñados. Santa Cruz de Campezo

Ser familia no es sólo una cuestión de genética. Las relaciones, los afectos… son algo que se cultiva con mimo y dedicación, sin esperar nada a cambio. Y la familia es ese terreno abonado en el que florecen las relaciones estrechas, afectivas.
Un buen ejemplo de esto lo protagonizan dos cuñados: Pepe y Rosamari.

“Siendo novios, mi marido Enrique me presentó a Pepe, su hermano con discapacidad. Recuerdo que conectamos desde el primer momento. Fue cariño a primera vista”, recuerda Rosamari.

Años después, cuando Pepe fue a vivir con Enrique y Rosamari la relación fue creciendo en confianza y afecto mutuos, hasta la actual relación de complicidad y apoyo que ambos se prestan en su día a día. De hecho, hacen juntos las labores de la casa y comparten su afición por la agricultura.

Pepe se reconoce como “el “pinche” de Rosamari en la cocina. Pongo la mesa, me encargo de la despensa, digo lo que falta, lo ue hay que comprar y colaboro en las labores de la casa. Y me siento a gusto”.
Y Rosamari concluye que “además de ser de gran ayuda, las labores que realiza Pepe le hacen ser más autónomo. Se siente útil porque es útil”.

Pero si hay un lugar donde su relación muestra su mejor versión es la huerta familiar. Un terreno de apenas 400 metros cuadrados donde plantar semillas y recoger frutos son su forma de expresarse el afecto que se tienen. Una zona de confort, rodeados de cebollas, tomates, puerros, vainas, melones y frambuesas, donde la armonía entre ambos brota de forma natural.

“Desde que me caí el año pasado ya no trabajo en la huerta, sólo recojo. Recoger es lo que más me gusta, y traerlo de la huerta a casa”, explica Pepe.
“La vida de Pepe gira en torno a la huerta. Además, cuando va allí charla con gente del pueblo y bromea con ellos”, apunta Rosamari.

En definitiva, Pepe y Rosamari, con la ayuda de su hermano y marido Enrique, cultivan su huerta por la necesidad de compartir juntos los mismos objetivos, la misma afición, las mismas ganas de vivir. Es su particular forma de conectar, una parte muy importante de su relación, una manera de disfrutar el uno del otro.